lunes, 11 de febrero de 2013

ACTIVIDAD DE AGUA DE LOS ALIMENTOS (parte I)


La definición de actividad de agua (aw; Activity Water) en química alimentaria es la relación que existe entre la presión de vapor del aire que rodea a un alimento y la presión de vapor del agua pura, ambas a la misma temperatura.
De una manera más sencilla: cada alimento tiene en su composición una cantidad total de agua. La parte de esa agua que se encuentra libre, disponible para interaccionar, es la actividad de agua de ese alimento (aw).
Tiene un valor máximo de 1(agua pura) y un valor mínimo de 0 (seco). La mayoría de los alimentos contienen entre 0.2 (alimentos secos) y 0.98 (alimentos frescos).
Esta cantidad de agua libre está disponible para el crecimiento de microorganismos y para que se puedan llevar a cabo reacciones químicas que afectan a su estabilidad. Conocer esta propiedad en los alimentos es de suma importancia ya que influirá en el color, sabor, textura, actividad vitamínica y fecha de caducidad, entre otras propiedades. Es un criterio de calidad e inocuidad muy exacto y utilizado.
 
Textura    
 Esta característica de los alimentos está influenciada por la actividad de agua.  Aquellos con baja actividad de agua son más crujientes y secos (galletas, cereales…) y aquellos que tienen actividad de agua más alta son jugosos  y tiernos (carnes, pescados, frutas y verduras frescas).
En los alimentos más crujientes, si aumenta la actividad de agua por cualquier motivo (daño en el envase, humedad del ambiente, migración de humedad de otro alimento,...) se volverán más blandos y en muchos casos perderán el atractivo para el consumidor
Teniendo en cuenta el concepto de actividad de agua, podemos entender fácilmente la importancia del envasado y almacenamiento de los alimentos para mantenerlos en condiciones óptimas. Si la humedad que rodea a un alimento cambia, cambiará también su textura.
Un ejemplo muy cotidiano: las galletas tienen baja actividad de agua (poca cantidad de agua libre) y, normalmente, se comercializan en un envase que las protege de la humedad del ambiente. Cuando abrimos el paquete,  las galletas están secas y crujientes, tal y como espera el consumidor. Si dejamos abierto el envase, las galletas se vuelven blandas porque absorberán agua del ambiente.
El caso opuesto se da, por ejemplo, en un alimento fresco. Si no está bien envasado y protegido, el agua que lo hace jugosos será absorbida por el ambiente y el alimento perderá agua y se secará.
Teniendo en cuenta este concepto es importante elegir bien el método de envasado adecuado para la conservación de los alimentos y también la forma en que, una vez abierto el envase, lo vamos a guardar en casa,  ya que un mal almacenamiento hará que pierdan las características de textura óptima.
 
Migración de humedad
Algunos alimentos están formados por varios componentes con distintos niveles de actividad de agua. En este caso, el consumo de estos alimentos debe realizarse lo antes posible para evitar los cambios de textura de los componentes que no son deseables para el consumidor.
Es el caso, por ejemplo de pasteles de masas con rellenos de cremas,  donde la crema tiene una mayor actividad de agua que la masa.
De forma natural, la actividad del agua migrará del componente con mayor actividad de agua al de menor actividad del agua, es decir, de la crema a la masa, y hará que ésta se ablande mientras que la crema se secará. Lo mismo ocurre con  una mezcla de cereales y frutas, o un bocadillo de tortilla, por ejemplo. Tanto el pan del bocadillo como los cereales se volverán blandos y húmedos al captar la humedad que tienen los otros componentes (fruta y tortilla).
 
 
(Comentado el tema de la textura, y para que la entrada no se haga muy extensa, en los próximos días veremos la relación de la actividad de agua y el crecimiento de microorganismos, así como su efecto en la vida útil de los alimentos.)

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